binah

LA SEPHIRAH BINAH

ISHTAR

© Ishtar (2009- 2021 todos los derechos reservados) Para: www.circulodorado.com

Surgiendo de la noche más profunda, pero siendo una con ella, se manifiesta Binah.

Sus cabellos largos y oscuros abarcan el universo como si se tratase de telarañas atrapando pequeños retazos de energía y aprisionándolos de forma que su luz queda interiorizada en la forma otorgada por sus cabellos.

Sus ojos, profundos y negros, parecen un pozo profundo que nos llama en una silenciosa canción. Son ojos que todo lo saben y ante los que nada podemos esconder. Son ojos que nos contemplan impasibles y que reflejan un sufrimiento que no puedo comprender.

Su boca permanece cerrada aunque grita en silenciosa agonía llena a la vez de vida y destrucción. Una vida que surge del más profundo de los mares en un terrible remolino que atrae todo hacia él sin compasión. Una destrucción provocada por olas de altura inconmensurable que arrastran los vestigios de lo que fue para que pueda volver a ser.

Su rostro es atemporal y sin edad.  Un rostro que ha estado ahí siempre y que es el reflejo de nuestra sombra, de nuestros miedos.. pero también de nuestras más profundas esperanzas. Un rostro que conocemos bien.

En su vientre brilla un símbolo con una luz plateada tan fría como ella. El símbolo es el Vesica Piscis. Los dos círculos se unen hasta formar el símbolo de una mandorla que es el portal de toda vida. Un portal cruel e implacable por el que la energía que fluye libremente queda atrapada y forzada a abrir los ojos a una luz que no recuerda y que le causa un dolor que no puede concretar. A partir de aquí, se produce la forma dando como resultado la división aparente en infinitas manifestaciones que formarán un mapa del Inmanifestado mostrando sus aspectos hasta que se exprese una Creación en el plano físico.

Su unión con el Gran Padre la activa y hace que abra esos ojos negros al universo ofreciendo su energía femenina. Una energía femenina inmensa y devoradora que no deja opción.

Binah comienza el Pilar de la Severidad representando, al igual que Gueburah y Hod, los aspectos de control y dirección universales.

El entendimiento es Binah, es saber lo que se sabe, para qué sirve lo aprendido y cómo definirlo y expresarlo.

Binah es el mundo de los grandes arquetipos de ideas raíces que, a su vez, son semillas que se irán expresando en el resto de sephirots. Aquí es donde hallamos la Fe.

El señor del tiempo, Cronos, es su representación: el espacio y el tiempo son necesarios para la manifestación del propio universo y sus cambios. En Malkuth podemos observar si influencia: es el tiempo tal y como es vivido de forma individual. Son los nacimientos, la madurez, la vejez y la transformación final conocida como la muerte física y liberación de la forma. Las ruinas nos traen su esencia. Los cementerios nos recuerdan su acción implacable…. Todos los lugares que ofrezcan una idea de transformación nos revelan a la Gran Madre.

El Entendimiento, el conocer la esencia de Binah, “el tiempo”, el conocimiento de saber cuándo se debe sembrar y cuándo recoger. El Entendimiento disipa la gran ignorancia del mal uso del conocimiento y disipa la ilusión provocada por el apego a la materia.

El dolor inevitable y el sacrificio. La sacralidad de la materia,  templo en el que mora la Madre Divina….todo eso nos permite vibrar en armonía con la Gran Madre.

Es la mandorla universal, siempre virgen y sagrada, que pese al contrapeso que ejerce con la Sabiduría, no llega a mezclarse con ella manteniéndose una consigo misma. Binah no se involucra en la vida de su creación, sino que permanece aparte como base desde donde surge la materia. A través de esta base podemos acceder a estados de conciencia “no contaminados” por la materia, pese a tener un papel activo en su creación. Sin embargo, este estado de conciencia no sería compatible con la materia con lo cuál sólo podemos acceder a intermediarios arquetípicos suyos.

Estos intermediarios serían arquetipos como Artemisa, la cazadora, la paciente Atenea (griegos), la Estrella de la mañana y la tarde, Ishtar (babilónica), la Gran Madre Isis sin velo (egipcia),  la salvaje e independiente Freya (nórdica), la Señora de la rueda de plata, Arianroth (celta) o la devoradora y creadora Kali (hindú). Estas puertas nos permiten acceder a aspectos de la Gran Madre de forma segura.

Su trono, de piedra antigua y oscura, representa las bases inamovibles del Tiempo: cruel y despiadado, pero necesario para que la maquinaria se ponga en movimiento. Un trono que rige nuestras vidas pero que se halla fuera de nuestro alcance mientras que nos envuelva su forma.

Su planeta es Saturno, el Dios devorador de sus propios hijos.. pero también el engendrador. El Tiempo es la primera limitación que, a su vez, es el origen de los cambios. La Madre está contenida en este aspecto: cruel e indiferente al dolor humano. La vida es una corriente devoradora que exige un sacrificio a sus víctimas de una forma que no estamos capacitados para entender desde nuestro plano.

Pero Saturno también es paciencia y perseverancia para llegar al final del camino. La capacidad de madurar sin querer abarcar más de lo que nos está destinado. Si no sabemos aprovechar el momento, este pasa ante nuestros ojos sin posibilidad de recuperarlo.

No debemos dejarnos arrastrar por sus defectos latentes del egoísmo que no nos deja ver más allá de nuestros propios deseos materiales, ni por la frialdad innecesaria que no hace más que provocar dolor.

Saturno “sabe estar”. La Gran Madre espera y escucha pacientemente desde su trono el momento perfecto para reaccionar al estímulo necesario, atrapando la melodía universal y convirtiéndola en notas que sólo podemos percibir desde ese trono.

Su silencio nos permite “escuchar” y aprender lo que de otro modo sería imposible con nuestro propio “ruido”. Pero no sólo de lo que nos rodea sino de nuestro propio interior. De la parte divina que siempre intenta comunicarse con nosotros y que, muchas veces, no somos capaces de oír o nos negamos a escuchar.

El conocimiento y el Entendimiento para aplicarlo siempre son armas de doble filo. Nos permite saber lo que es “correcto”.  Pero no nos evita el dolor que muchas veces arrastra con él.

Si no tenemos un correcto dominio de nosotros mismos, podemos perder el control con facilidad provocando que extendamos innecesariamente el dolor. De la misma manera también podemos perderlo cuando no caminamos por el sendero correcto debido a la debilidad y miedo.

El Ego es pues nuestro gran enemigo. El apego a la personalidad, al mundo material y a la Forma en sí misma nubla nuestra parte verdaderamente divina impidiendo que se manifieste.

Aquí hay una trampa: no debemos intentar deshacernos del ego pues dejaríamos de formar parte del mundo de la forma. Silenciar en exceso esta parte evita que nos podamos desenvolver en el mundo que nos rodea e interaccionar con él.

Hay que escucharlo y entenderlo. Pero también dominarlo, como si de un carro de caballos desbocados se tratase: los necesitamos para que nuestro carro recorra los senderos de la vida pero somos nosotros los que debemos dirigirlo sin permitir que nos arrastren en una carrera desbocada.

El color del Gran Mar es negro. El negro es la ausencia de luz, el pozo del olvido en el cuál nos sumergimos con profundo terror. Pero también es el vientre de la Madre que no permite que el exterior nos dañe hasta que estemos suficientemente formados. En Magia es un color que desata nuestras sombras y miedos. Pero también es un color de protección. Y es que sólo conociendo el dolor podemos aprender de él y saber cuándo salir del pozo. Así pues, el miedo es el gran enemigo. El miedo es producto del apego y provoca desconocimiento y dolor innecesario. El miedo es la prueba que un iniciado debe superar para poder caminar entre los mundos.

Binah es impasible y severa. Pero también ama a sus hijos de una forma que no podemos entender. En el silencio podemos escuchar la hermosa melodía de la Divinidad que vibra en nosotros continuamente mostrándonos los matices de la existencia.

Nos enseña con el amor más profundo y verdadero que es la creación. Pero también con la destrucción, que no hace más que mostrarnos nuestra esencia original y verdadera, dando sentido a nuestra existencia haciendo encajar nuestra hebra en el tapiz de la vida universal.