emperatriz

LA EMPERATRIZ ARCANO 3

Ishtar

 

Desde la oscuridad, con la que el manto del guardián nos cubre, se comienza a filtrar una tenue luz que nos muestra una Puerta. Sobre ella, unas letras escritas que no podemos entender.

Nos hallamos en la profunda oscuridad del vientre de la Gran Madre. Su templo es tan antiguo como el tiempo, pues no en vano Saturno es uno de sus arquetipos. No hay sonido… todo resta gélido. Y es entonces cuando decidimos dejar de temer la oscuridad y la observamos. En ese preciso momento aparece un haz de pura luz lunar. Es una luz pura, única y tremendamente femenina. Sentimos la presencia de lo Sagrado Femenino. Sentimos el temor que inspira. Sentimos una llamada silenciosa en la noche que trae paz a nuestra alma. Y de esta forma el temor deja lugar al entendimiento y somos capaces de leer las palabras de la puerta: “Daleth”. Sabemos que es el momento de abrirla con el deseo en nuestro corazón de conocer el equilibrio de los Padres arquetípicos.

Tras traspasarla, nos encontramos con una hermosa mujer cuya belleza está fuera de nuestro entendimiento. En su mano, un cetro, símbolo de la Soberanía. Ella toma nuestra mano y nos sonríe, con dulzura y fuerza a la vez. Ella es la Emperatriz, la Señora del Sendero, que nos conduce hasta el Gran Padre.

Mientras lo recorremos, debemos ser conscientes de que estamos, en cierta forma, atravesando cerca del Abismo, “Daath”. Y lo recorremos con Sabiduría e Inteligencia para no dejarnos atrapar por su insondable caída, por muy lejana que nos parezca.

La mano de la Emperatriz nos sujeta con fuerza y, mediante una comunicación que va más allá de las palabras… pues partimos del silencio más absoluto, nos habla de la Madre luminosa.. de la Madre oscura.. de la sangre del grial y del misterio de la transformación. Y en ese momento “Entendemos”.

Su mano lo es todo. Y ahora la reconocemos en todas las experiencias vividas hasta ese momento. Una mano que siempre habíamos buscado y jamás habíamos logrado aferrar. Y así debía ser pues es Ella la que coge la nuestra ahora.

Intentamos traducir su presencia en símbolos inteligibles para nosotros… es difícil en estos niveles….  Pero la Emperatriz lleva en su corona doce puntas. Las doce constelaciones situadas en la esfera hacia la que nos dirigimos: Chokmah, el Gran Padre.

De repente, somos consciente de su embarazo. La sensación es abrumadora pues nos encontramos ante la primera semilla de la manifestación. El resultado de la interacción dinámic-pasiva del Sagrado Femenino y el Verdadero Masculino. Macho y Hembra arquetípicos unidos y complementados de forma perfecta. Y, por vez primera, nos sentimos parte de este estado y encontramos nuestro lugar en el telar por el que tantas y tantas veces nos hemos extraviado.

Sin saber bien la razón, Ella lleva nuestras manos hasta su vientre. Nos sentimos abrumados.. confusos…

Sentimos el dolor de la Muerte… y también la alegría de la liberación….

Sentimos el dolor de la Vida, su encadenamiento.. y también la alegría de una pequeña llama de puro fuego violeta que se reconoce a sí misma.

Pero algo más profundo nos arrastra…. E incluso a pesar de nuestro desconcierto, sentimos la existencia de una nueva puerta de pura plata, cuyos destellos nos enceguecen. Su dorado marco fluye a su alrededor como una criatura viva, cuidando y custodiando lo que se haya en su interior. Es la puerta al nuevo mundo. Una puerta que se abrirá cuando el universo conocido se doble sobre sí mismo y vuelva al origen. Un nuevo nivel de existencia.

Sin lograr entender del todo lo que nos ha sido mostrado, sentimos una gran corriente de pura energía viva, libre y salvaje. Nos hallamos muy cerca del templo de Chockmah.  Nos vuelve a invadir el temor ante tan salvaje potencia. En un gesto inútil, intentamos taponarnos los oídos ante el estruendo que se acerca implacablemente hacia nosotros.

Pero la mano de la Emperatriz aprieta con firmeza la nuestra y nos permite sentir el frío y oscuro poder de la Gran Madre en nuestro interior. Un poder anhelante que espera esa salvaje energía… y llega hacia nosotros..  y entra y queda encadenado en nuestro interior, debatiéndose con fiereza, hasta que se calma, en contacto con la oscuridad de la Gran Madre. Y así es como la Oscuridad cobra vida y, en medio del silencio, comenzamos a escuchar la melodía de la Creación que recorre cada célula de nuestro ser.

La Multiplicidad y la Unidad se han unido por un momento en nosotros. Sólo breves instantes… sólo un atisbo …. Sólo un fuerte ruido que surge de la puerta plateada y dorada.. un ruido muy parecido al que escuchamos deslizarse desde el Abismo, tambores lejanos que remueven todo nuestro ser.

De pronto, aparece. Una puerta pesada y antigua como el tiempo pero, a su vez, repleta de vida. Observándola detenidamente, descubrimos una ranura en medio. Nos es permitido el paso. Y, dando un paso, la abrimos y entramos al espacio entre los espacios, el mundo entre los mundos y el todo dentro de la nada.

Manos invisibles surgen de allí y nos marcan dos estrellas octogonales en el entrecejo y el pecho, respectivamente.

 Nada cambia pero todo lo hace.

El tiempo allí dentro no tiene sentido. Y apenas sabemos qué ha ocurrido cuando nos encontramos junto a la Emperatriz que, cogiendo de nuevo nuestra mano, nos lleva de nuevo hacia el templo de Binah. Un templo ahora iluminado por la lejana luz lunar que percibíamos antes. Todo él se halla bañado por ella. Todo él es el origen de la misma pura luz plateada.

Lo que estaba muerto cobra vida. Y lo que buscábamos deja de tener sentido para encontrarnos en el vientre de nuestra Madre más primordial.

© Ishtar (2010- todos los derechos reservados) Para: www.circulodorado.com